Navidad 2022

 

 

 

Mensaje de Navidad

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Pasados innumerables siglos desde la creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen y semejanza, después de muchos siglos desde que el Altísimo pusiera su arco iris en las nubes tras el diluvio, como signo de alianza y de paz, 21 siglos después de la emigración de Abraham, de Ur de los caldeos. Trece siglos después de la salida del pueblo de Israel de Egipto bajo la guía de Moisés, cerca de mil años después de que David fuera ungido como rey. En el año 752 de la fundación de Roma. El año 42 del imperio de Cesar Octavio Augusto, estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar y redimir el mundo con su piadosísima venida, concebido del Espíritu Santo y nueve meses después de su concepción, nació en Belén de Judea, hecho hombre de María Virgen. Su natividad o Navidad hace referencia cada año a su glorioso nacimiento. Por eso, cada 25 de diciembre se celebra su cumpleaños y todos los cristianos podemos decir con alegría Feliz Navidad.

Veamos cómo describe un autor su nacimiento en un poema (adaptado del escrito por Antonio Murciano):

Era Belén y era Nochebuena.

El buey y la mula calentaban la cueva.

Las estrellas brillaban en la noche oscura,

los ángeles cantaban, los pastores rezaban.

María, extasiada, miraba a su Niño

y José contemplaba.

De pronto se presentó una mujer,

sucia del barro y del polvo del camino.

La iluminó la luna y era muy vieja.

Tenía los cabellos color ceniza, color de mucho tiempo,

color de viento antiguo.

Parecía cansada, agotada, sin fuerzas.

Estaba triste, muy triste.

Todos callaron.

Tembló María al verla acercarse a la cuna.

La mujer se inclinó sobre el Niño y lloró.

Lloraba sin consuelo

y sus lágrimas bañaron al Niño.

Después le ofreció una cosa que llevaba escondida.

El Niño, entre las pajas tendido,

le extendió sus bracitos, esperando caricias.

María y José estaban atentos…

La mujer lo besó con cariño

y la sonrisa del Niño le cambió su mirada

Transformada y serena, ahora se la veía

joven, hermosa, esbelta y luminosa.

La Virgen, asombrada, reconoció en ella a Eva

y le gritó: Madre.

Eva miró a la Virgen y la llamó Bendita.

Qué clamor, qué alborozo en la tierra perdida.

Afuera la noche fría

Dentro Dios sonreía,

teniendo entre sus dedos la manzana mordida

Eva se acercó a pedirle perdón a Jesús y él sonriendo y feliz la perdonó y la transformó. Navidad es un momento importante para pedir perdón a un Dios Niño, cercano y amigo, que nos quiere perdonar y que, a pesar de todo lo que le hemos ofendido, sigue confiando en nosotros.

Acerquémonos a la cuna de Belén y digamos a Jesús:

Jesús, hace muchos años que salí de tus manos y pronto quizás volveré a ti. Mi alforja está vacía, mis flores mustias y descoloridas, pero mi corazón quiere ser todo tuyo. Me espanta mi pobreza y mi miseria espiritual, pero me consuela tu ternura y tu sencillez y cercanía. Jesús ¿qué te diré cuando me pidas cuentas? Te diré que mi vida, humanamente ha sido un fracaso, que he volado muy bajo, que he cometido muchos errores, que me he olvidado muchas veces de ti. Por eso, te pido perdón, porque sé que tú eres amor, perdón y misericordia. Señor, quiero ser tu amigo. Acepta en este día la ofrenda de mi vida. Está llena de agujeros como una flauta. Tómala en tus manos divinas y haz que tu música pase a través de mí para que llegue a mis hermanos. Ven, Jesús, a mi corazón. Te espero para vivir siempre contigo y nunca separarme de ti.

Te amo y te doy gracias por haberme creado, porque me amaste antes de la creación del mundo. Porque antes de que el primer sol brillara en los espacios infinitos y el primer amanecer naciera en el horizonte, tú me amabas. Gracias, porque antes de que el canto de la primera noche arrullara las estrellas y antes del primer día en los billones de años del universo, tú pensaste en mí. Sí, cuando no existía la noche que mide el tiempo ni el sol brillaba en el firmamento azul, antes de la creación del universo, tú decidiste crearme y soñaste conmigo. Y entonces, cuando todo era silencio y vacío, tú te alegrabas pensando en mí. Perdóname por haberte defraudado hasta ahora. Espero que desde hoy nuestra unión sea para siempre por los siglos de los siglos.

Y Jesús nos dice a cada uno: Hijo mío querido, te creé con infinito amor y te seguiré amando por toda la eternidad, aunque tú decidieras alejarte de mí, porque mi amor por ti es eterno y sin condiciones. Te he creado libre y puedes rechazar mi amor. Yo te seguiré amando a pesar de todo, aunque sufriré tu rechazo y tu infelicidad lejos de mí. Yo quiero ser tu amigo. He venido a la tierra para que no te sientas solo, quiero caminar a tu lado por los caminos de la vida. Si tienes hambre, yo seré tu pan. Si tienes sed, yo seré tu agua. Si estás triste, yo seré tu paz. Si te sientes solo, yo seré tu amigo

Solo te pido que confíes siempre en mí. Si estás enfermo o lo está alguno de tus seres queridos, confía en mí: Yo soy tu médico de cuerpo y alma. No te desesperes. Aunque tengas deseos de morirte por tus problemas, confía en mí. Cuéntame tus problemas. Yo te escucharé. Tengo todo mi tiempo exclusivamente para ti. No importa si me hablas a las dos de la mañana o a las tres de la tarde. Siempre estoy disponible para ti. Ayer te vi preocupado y pensé que querías hablar conmigo. Al llegar la tarde te di una hermosa puesta de sol y esperé, pero no viniste. Sin embargo, quiero decirte que te amo y te espero. Te vi dormir en la noche y te envié rayos de luna para besar tu frente y le encomendé a tu ángel custodio para que te diera mi bendición. Esperé hasta la mañana, pero tú con tus problemas no tenías tiempo de hablarme, tenías cosas para ti más importantes que yo. Hoy te sigo viendo triste y te grito mi amor a través del susurro de las hojas agitadas por el viento, a través del canto de los pájaros y del rumor del riachuelo. Y en el bullicio de la ciudad, te sigo acompañando, porque no puedo vivir sin ti. Quiero verte feliz y quiero ayudarte. Yo puedo seguir esperándote, porque te amo, pero confía en mí. No te desesperes.

¿Tú sabes mi dirección? Yo vivo en las iglesias católicas, allí en el sagrario está mi morada. Esa pequeña celdita de cuatro tablas es mi casa. Me puedes encontrar a cualquier hora. Te sigo esperando. Y, si no puedes entrar en la iglesia a deshora, háblame desde tu casa, porque te oigo a través de todas las paredes y podemos estar permanentemente en contacto espiritual. Tú para mí eres la persona más importante del mundo. No hay nadie más importante que tú. Todos son igualmente importantes. No hay nadie menos que otros. He muerto por ti, aunque fueras el único ser de la tierra. Por eso, nunca te abandonaré mientras tú no decidas alejarte de mí y no me quieras a tu lado. En el cielo te he preparado una morada muy especial para que estemos juntos eternamente. No olvides que quiero ser tu amigo. Ven a visitarme a las iglesias. Y recuerda que cada día puede ser Navidad para ti, porque cada día, si asistes a misa, vuelvo a nacer en la hostia y en el vino en el momento de la consagración. Y allí me encuentras cuando vas a comulgar. Te parezco pequeño, inútil, como un Niño inválido, como me presenté aquella noche de Navidad, llorando porque tenía hambre y tenía frío, esperando el cariño de los hombres. ¿Me negarás tu cariño? ¿No quieres ser mi amigo?

Comencemos ahora mismo una nueva amistad entre los dos: Cuéntame tus pecados, vete a la confesión y yo mismo en persona te perdonaré a través del sacerdote. No tengas miedo. Yo soy más grande que todos tus pecados y de los del mundo entero. Recuerda lo que le dije a Jairo y te digo a ti: No tengas miedo, solamente confía en mí (Marcos 5,36).

Gracias Jesús por tu perdón y por tu amor. El 25 de diciembre estaré a tu lado para celebrar tu fiesta en la misa y te abrazaré con toda mi alma en la comunión después de una buena limpieza en la confesión. Ese día te diré con todo mi amor: Jesús, te quiero mucho, Feliz cumpleaños, Feliz Navidad.

P. Ángel Peña OAR