P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.

 GENOCIDIO  Y  COMUNISMO  EN  CAMBOYA
CON  POL  POT (1975-1979)

 

 S. MILLÁN – 2021

 

ÍNDICE GENERAL

 

INTRODUCCIÓN
Francia y los Estados Unidos.
Vencedores.
Angkar.
Colectivización.
¿Nuevos inventos?
Tuol Sleng.
Matar sin piedad.
¿Cuántos muertos?
Los vietnamitas.
Los niños y las mujeres.
La religión.
Pol Pot.
Camboya hoy.

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA

 

INTRODUCCIÓN

En este libro vamos a tratar de dar una visión más o menos clara de lo que
fue el gobierno de los jémeres rojos en Camboya durante los cuatro años que dominaron el país. Fueron tantos los crímenes cometidos que un tribunal mixto internacional declaró que habían cometido un genocidio contra su pueblo. Se considera que fueron al menos dos millones de camboyanos muertos por hambre, agotamiento por los trabajos forzados y torturados y asesinados en las prisiones. Otros hablan de tres millones de víctimas. Pero al menos una tercera parte del país, que en esos momentos tenía 7 millones de habitantes, fueron eliminados en pro de un proyecto social de Pol Pot, el jefe de la organización comunista de los jémeres rojos.

En ese proyecto, no solo se prohibía la propiedad privada, sino también la  religión y  toda actividad personal. Todos debían vivir y trabajar donde el gobierno les ordenaba. Normalmente separaban a los esposos y a sus hijos. Pol Pot quería formar una nación nueva sin las contaminaciones de los países occidentales. De modo que a todos los camboyanos de origen vietnamita o tailandés o chino se les eliminaba. Él decía que una persona que había estado contaminada con las ideas occidentales o había estado luchando contra su ideología..., nunca podría cambiar y la solución más fácil era asesinarlos sin piedad y sin procesos ni juicios previos.

Por este camino llegó hasta eliminar a todos los considerados intelectuales, pues quería formar un país basado en la agricultura para que produjera muchos alimentos y después habría que hacer crecer a la industria. De esta manera  consideró enemigos a los que llevaban gafas por considerarlos intelectuales o a todos los comerciantes, profesionales o que habían ocupado puestos en la administración de los anteriores gobiernos.

En una palabra, Pol Pot, considerado un monstruo humano, eliminó sin piedad a la tercera parte del país. Sus crímenes serán recordados en la historia de la humanidad como de los más horrendos jamás cometidos por un grupo humano, que seguía  la ideología comunista y despreciaba la religión y a todos los que fueran intelectuales.

 

 

 

 

FRANCIA  Y  LOS  ESTADOS  UNIDOS

            Los franceses tomaron Camboya en 1863 como protectorado, al igual que Laos y Vietnam, que juntos formaban Indochina. En 1953 Francia concede la independencia a Camboya y toma el mando del país el rey Sihanouk, que era considerado por los campesinos como una reencarnación divina. Los norteamericanos le ayudaron, de modo que en 1963 la ayuda americana financiaba el 14% del presupuesto público y el 30% del gasto militar. Pero el rey, poco a poco, se distanció de los americanos, porque quería independencia total y neutralidad internacional. En 1969 los americanos decidieron bombardear Camboya sin declaración de guerra para cortar las líneas de suministro entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur.

En los siguientes cinco años hasta 1973 lanzaron 539.130 bombas ocasionando 600.000 muertos. Por eso algunos han dicho: No fueron solamente los jémeres rojos los que había que poner en el banquillo, no son los únicos perpetradores del genocidio. Los Estados Unidos destrozaron Camboya (y Laos y Corea del Norte) con sus bombas, y ¿quién los va a condenar? Esto hizo que la popularidad de los jémeres rojos aumentara en contra del presidente del país, que era el general camboyano Lon Nol, que en 1970 había dado un golpe de Estado y se había hecho con el poder, quitándoselo al rey Sihanouk. Sihanouk apoyó a los jémeres rojos y mucha gente que amaba al rey y lo seguía, también los apoyó, especialmente por los destructivos bombardeos norteamericanos, que apoyaban al general Lon Nol.

Se calcula que con los bombardeos de Camboya se desplazaron dos millones de personas de los siete que tenía el país. El 20% de la propiedad fue destruida. Los servicios de salud colapsaron, muchas cosechas abandonadas, el ganado diezmado y estos bombardeos según algunos pudieron causar 500.000 muertos. Esto hizo que la población apoyara en un principio a los jémeres rojos, pensando que todo iba a cambiar para mejor, ya que la mejor manera de hacer a los campesinos comunistas era destruir su casa y matar a algún miembro de su familia.

 

VENCEDORES

            Los jémeres rojos con Pol Pot ganan la guerra y el general Lon Nol huye a Hawái con su familia. Los guerrilleros entraron en la capital Phnom Penh el 17 de abril de 1975, vestidos con sus características camisa y pantalón negro y un pañuelo a cuadros negros y rojos. Mucha gente les salió al encuentro, cantando y bailando en señal de alegría por el fin de la guerra y porque con el cambio de régimen creían que todo iba a mejorar. Pero ese mismo día ordenaron, como primera medida, desalojar la ciudad sin excepciones. Decían que los americanos no perdonaban la derrota e iban a bombardear la ciudad. Los jefes guerrilleros proclamaban que todos debían salir de la ciudad por unos cuantos días. Dos millones de personas, con solo algunas ropas, el arroz y agua que podían cargar y las joyas y oro que guardaban escondidos en sus casas como tesoros, comenzaron a salir de la ciudad. Tenían que dirigirse a la carretera nacional más cercana, donde se les darían nuevas instrucciones. Una anciana, que se negó a salir de su casa, fue arrojada de un cuarto piso a la calle, pero en general no hubo escenas frecuentes de violencia. La población, cansada de guerra, aceptó su destino y creyó en las palabras de los guerrilleros. Los que estaban en los hospitales también debían salir incluso con sus bolsas de suero colgando.

Las nuevas autoridades no tardaron ni tres días en cortar el agua y la electricidad de la ciudad fantasma. Los coches se amontonaban abandonados en las calles, los guerrilleros sacaban las ruedas como botín de guerra para hacer sandalias. Los electrodomésticos de las casas, los sacaban a la calle y los dejaban amontonados junto a montones de basura. Lo que antes era la perla del Mekong, ahora era una ciudad muerta.

Sacaron a los enfermos del gran hospital civil de Préah Ket Méaléa. Millares de personas enfermas y heridos de guerra dejaban la ciudad. Algunos caminaban apoyados en amigos, otros caminaban solos con dificultad, otros iban en camillas o carros empujados por sus familiares. El padre Ponchaud nos dice: No olvidaré nunca a un mutilado que no tenía manos ni pies y se arrastraba como un gusano por tierra o ese padre de familia llorando, llevando a una hija de diez años envuelta en una sábana alrededor del cuello o a ese herido que tenía un pie que flotaba de una pierna a la que solo le unía un pedazo de piel .

Desde temprano por la mañana los jémeres rojos gritaban: Dense prisa, los americanos van a bombardear la ciudad de Phnom Penh. Salid por lo menos unos 20 kilómetros. No llevéis gran cosa ni hace falta que cierren la puerta de la casa con llave. Nosotros vigilaremos hasta vuestro regreso. Regresaréis en dos o tres días, cuando hayamos limpiado la ciudad. De esta manera los habitantes de la capital se dirigieron al campo con un poco de arroz. Una madre, con un fardo en la cabeza y un bebé en los brazos, llevaba otros dos niños llorando. Los miembros de otra familia se turnaban para llevar a un anciano abuelo. Otros, más acomodados, habían llenado un coche con víveres y otros objetos preciosos. Como tenían prohibido poner el motor en marcha, ellos empujaban el coche.

Los que vivían al norte de la ciudad, estaban obligados a ir hacia el norte; los que vivían al sur, debían tomar obligatoriamente la dirección sur y los del oeste, debían ir al oeste. El objetivo era dejar la ciudad lo antes posible. Los extranjeros se refugiaron en la embajada francesa y lo mismo algunos otros ciudadanos camboyanos. Algunos jémeres venían a visitarlos, unos eran afables y otros agresivos. Los jóvenes jémeres rojos tenían objetos que habían robado en las casas como relojes y estuches niquelados. Otros tenían bicicletas u otras cosas que habían tomado como botín de guerra.

Anota el padre François Ponchaud: Al día siguiente, 18 de abril, el jefe de una sección de jémeres rojos me pidió que lo llevara a su grupo en coche a la estación para tomar relevo. Para mí fue una ocasión de ver cómo estaba la situación en la ciudad. Durante el recorrido, les fui explicando a los jóvenes revolucionarios los lugares por donde pasábamos. Para mí solo veía espectáculos de desolación, coches abandonados y basura. Era una ciudad muerta .

Los dos millones de habitantes estaban en camino fuera de la ciudad. Solo quedaban algunos reacios enfermos, que fueron asesinados e incluso algunos ancianos tirados por la ventana a la calle. También hubo algunos lugares de resistencia militar que tuvieron que apagar los jémeres, ya que esa era una de las principales razones del éxodo masivo, poder limpiar la ciudad de rebeldes y comenzar una nueva etapa dedicando miles y miles de personas de las ciudades a trabajar en los campos para producir más y más arroz y otros productos del campo, pues Pol Pot, el jefe organizador, quiso construir un nuevo país basado en la agricultura, eliminando a todos los intelectuales, que consideraba posibles opositores al igual que a los anteriores militares gubernamentales, a quienes mataban sin piedad, como también a los que habían sido ricos o habían ocupado cargos importantes en el gobierno e incluso a los que habían sido profesionales: abogados, médicos, etc. Incluidos los universitarios y los que llevaban gafas, pues los consideraban también como intelectuales, así que todos debían quitarse las gafas para no ser confundidos y llevar el pelo corto, porque llevar el pelo largo significaba que estaban infectados de ideas capitalistas.

Los jóvenes revolucionarios buscaban joyas y cosas valiosas para llevárselas, pero las televisiones, refrigeradoras y otros artefactos de las casas, las amontonaban en la calle.

El día 19 se presentaron tres altos cargos revolucionarios en la embajada francesa. Quisieron hablar con el vicecónsul francés, que era la máxima autoridad allí. Le dijeron: Los traidores deben salir de la embajada. Tuvieron que salir el anterior presidente de la Asamblea nacional, el ministro de sanidad, la princesa Mam Monivann, esposa laosiana del príncipe Sihanouk y el príncipe Sirik Matak. Les insistieron que la embajada era un lugar inviolable, pero ellos dijeron que eran dueños del país y durante una guerra no hay privilegios. Ellos tuvieron que salir. El día 19 entraron en la embajada con las manos atadas a la espalda cuatro hombres y tres mujeres rubios. Eran diplomáticos de la Unión soviética y de Alemania del Este. Los rusos les decían: Nosotros somos comunistas, somos vuestros hermanos. Ellos estuvieron en la embajada sin mezclarse ni hablar con los demás y hasta rehusaron compartir sus reservas de alimentos .

El 20 de abril dos jefes jémeres rojos pidieron hablar con los camboyanos, chinos y vietnamitas que había en la embajada y ordenaron para los que tenían matrimonios mixtos con una extranjera o extranjero: Si el esposo era francés, la esposa y los hijos podían quedarse en la embajada, pero si ella era francesa y él camboyano, él debía salir y ella quedaba libre de quedarse o de acompañar a su esposo. Dos esposas francesas decidieron salir y permanecer con su esposo. Otras 15 escogieron con tristeza quedarse con sus hijos y separarse de su esposo. Al vicecónsul se le ocurrió dar pasaportes ficticios a algunos alojados para poder salvarlos, pero fueron pocos por haberlo pensado tarde .

La embajada francesa estaba repleta de gente. Los jémeres rojos hicieron salir a 800 con un destino desconocido. Entre estos había muchos soldados y oficiales, ministros e ingenieros del anterior gobierno. Casi todos fueron ejecutados. La primera selección la hicieron en el estadio Lambert. Les dijeron que dijeran con sinceridad si eran militares o funcionarios o gente del pueblo. Avisaron que había camiones preparados en la puerta para llevarlos al campo para ayudar en la construcción del país, pero en realidad era para asegurarse de quiénes eran y ejecutar a los funcionarios, exmilitares y profesionales. A los 400 pakistaníes, que llevaron ellos mismos a la embajada francesa, los dejaron marchar a su país así como a otros extranjeros junto con los franceses, después de estar tres semanas en la embajada. En total fueron seiscientos los que quedaron para salir del país.

Anteriormente los americanos llevaban cada mes 30.000 ó 40.000 toneladas de víveres a Phnom Penh, pero, sin esa ayuda y viviendo lejos de sus hogares, debían atenerse a las raciones que daban a los que trabajaban en los campos y en tanto trabajaban, pues a los enfermos les daban la mitad de la ración normal y muchos debían buscarse comida en el bosque. Las toneladas de alimentos que quedaban en la capital hubieran bastado para dos meses con un correcto racionamiento, pero muchas toneladas se deterioraron por no cuidarlas ni utilizarlas.

Un grupo de mujeres encargadas de un orfelinato, tuvieron que tomar la ruta en dirección al norte. A su llegada a Vietnam en noviembre de 1975, ellas contaron la pesadilla que habían vivido. Referían que el 17 de abril hacia las 3 de la tarde recibieron orden de dejar la casa. Algunos jóvenes revolucionarios les dijeron que debían salir de inmediato. Ellas anotan: En nuestra prisa, dejamos la casa con las manos vacías sin llevar arroz ni marmitas ni pescado. Después de algunos centenares de metros, no podíamos avanzar. El éxodo de miles de personas era un espectáculo asombroso. Una inmensa multitud dejaba la ciudad. Algunos empujaban sus coches, otros sus motos sobrecargadas, otros bicicletas, otros empujaban carretas artesanales. La mayor parte, como nosotras, marchaban a pie, cargadas con fardos. El sol brillaba. Los niños lloraban, otros habían perdido a sus parientes y los buscaban. Lo más triste era tener que andar unos metros y detenerse. A veces los jémeres rojos tiraban tiros al aire para meter miedo y que avanzaran más rápido. Nosotras llegamos al kilómetro cuatro y nos quedamos a dormir en una casa abandonada. Mendigamos un poco de arroz porque el estómago de los niños y el nuestro gritaban de hambre. Algunas personas de buen corazón  nos ayudaron con buena voluntad. Al día siguiente por la mañana con unos tiros al aire nos hicieron reanudar el camino sin perder tiempo. La multitud era enorme. Al llegar al kilómetro 5 tuvimos miedo al ver al borde de la carretera algunos cadáveres. Ellos tenían las manos atadas por la espalda y nadie quería pasar cerca de sus cuerpos. Corrían rumores que eran jefes del antiguo gobierno. Un poco más adelante, junto a la puerta de la fábrica de Pepsi-Cola, vimos una decena de cadáveres. Dijeron que eran soldados traidores. En el kilómetro 6 la multitud se precipitó dentro del almacén de la CRS (Servicio de atención católico, un organismo de caridad norteamericano) para coger todo lo que podía. Dijeron que eran bienes de los imperialistas y debían servir al pueblo. Nosotras tomamos arroz, marmitas y esteras.

Al día siguiente cerca del kilómetro 10 vimos con temor muchos cadáveres de militares tirados en el camino y los camiones de los revolucionarios habían pasado sobre ellos muchas veces y los habían masacrado completamente. Después de muchos días de ruta estas mujeres llegaron a Prek Kdam a 30 kilómetros de Phnom Penh. Los jémeres les hicieron subir a una chalupa para llevarlas unos 15 kilómetros más al norte .

Un joven que pudo huir a Tailandia en mayo de 1976 declaró: Yo era un alumno del último grado del liceo de Phnom Penh y tomé el camino de Prek Phnev. A lo largo del camino observé soldados jémeres rojos que en grupos de tres o cuatro registraban a la gente para quitarles relojes, radios, y gafas o joyas. Algunos tomaban los billetes de 500 rieles (riel era la moneda del país) y decían: Angkar ha puesto fin al uso del dinero. Avanzábamos con dificultad. Algunos jémeres tiraban tiros al aire para meternos miedo. Muchos murieron en el camino, especialmente enfermos, sacados de los hospitales, mujeres que daban a luz en el camino, heridos de guerra, etc. A lo largo del camino vimos muchos cadáveres esparcidos por todas partes, incluso en las pagodas, que despedían muy mal olor por ello .

Otro refugiado en Tailandia y que vive ahora en Francia, dijo que ya en la tarde del 17 de abril había problemas de alimentación. Toda petición de comida recibía invariablemente la respuesta: Pedidla a Angkar. Y la gente decía: ¿Quién es Angkar? Y ellos respondían: Cada uno de vosotros. Muchos cayeron en desesperación por falta de comida. Algunos se rebelaron, como un farmacéutico a quien le cortaron la cabeza. Y nadie se atrevía a tocarlo por miedo a represalias. A muchos estudiantes, que habían demostrado su descontento, les ataron las manos a la espalda; y desaparecieron.

Y anota el padre Ponchaud: El 19 de abril he visto a algunos revolucionarios que detuvieron a unos 20 jóvenes con los cabellos largos y los fusilaron delante de nosotros. Todos estaban aterrorizados y se hicieron cortar los cabellos inmediatamente, aun de noche. Descubrí mi familia cerca de la pagoda de Kieng Svay el 27 de abril y nos quedamos allí durante un mes. Detrás de esta pagoda los jémeres habían escrito: “Todos los oficiales desde el grado de subteniente deben hacerse inscribir aquí para regresar a Phnom Penh. Los profesores, estudiantes e institutrices deben igualmente dar su nombre y partirán más tarde”. Cada día yo veía numerosos oficiales que se inscribían. Los ponían aparte y les daban arroz en abundancia. Sus familias quedaban alrededor de la pagoda, pero no tenían nada para comer. Después los llevaron y nadie los ha visto más .

En realidad nada había quedado al azar. Todo estaba previsto: la evacuación de la capital, la suerte de los antiguos cuadros civiles y militares, todo indicaba un plan preciso previamente establecido. Habían querido así decapitar la organización política y militar del antiguo régimen.

Otro refugiado nos dice: Yo he visto con mis ojos muchos camiones llenos de libros pasar delante de la embajada de Francia y quemarlos como los libros de la biblioteca de la catedral y la biblioteca de la Escuela francesa de Extremo Oriente, situada a algunos centenares de metros de la embajada. Querían hacer desaparecer todo lo que hiciera referencia a Occidente. Phnom Penh quedó sin los parques, que fueron sembrados de plantas de plátanos para que ningún espacio de terreno se perdiera. La capital, que tenía dos millones de habitantes, quedó en unos 20.000, comprendiendo prácticamente solo los jémeres rojos y sus familias. Los obreros vivían en los barrios periféricos junto a las fábricas. Los diplomáticos de países socialistas encontraron la vida dura. No podían salir de la embajada. Tres veces al día un jeep les traía la comida. No tenían ninguna distracción ni ningún personal de servicio. Ellos mismos debían lavar su ropa, etc. Cada dos semanas un avión de la CCAC china permitía a los diplomáticos extranjeros tomar un vuelo de libertad a Pekín. Desde septiembre de 1976 ellos pudieron también tomar la línea aérea que une Phnom Penh con Hanoi. Solo había un periódico jemer de cuatro páginas, que aparecía cada quince días, y difundía solo las nuevas relativas a la construcción del país .

Aquel éxodo masivo y forzado era extraño, pero la gente obedeció por temor y comenzó a salir en bueyes y carros o a pie, incluidos enfermos y ancianos. Muchos, sobre todo niños y ancianos y enfermos, comenzaron a morir y quedaron muertos en las cunetas. El horror no había hecho más que empezar. Pol Pot cambió el nombre del país, llamándolo Kampuchea democrática. De acuerdo a su ideología comunista quiso eliminar todo vestigio del pasado capitalista y edificar un país desde cero. Por eso, se suele decir que comenzó el año cero. Se dio orden de quemar bibliotecas y fábricas. Se prohibió el uso de medicamentos. Dijo que Kampuchea estaba en condiciones de fabricar todas las medicinas necesarias, echando mano de la sabiduría popular. Prohibió el uso de gafas, ya que parecían intelectuales sus usuarios y debían ser eliminados todos los intelectuales.

La primera prioridad fue eliminar a todos los militares que habían luchado contra ellos. No solo los mataban a ellos, sino también a sus familias, y a lo largo de los cuatro años de gobierno estuvieron obsesionados en descubrir exmilitares, funcionarios de cierto nivel, personas ricas y todos los sospechosos que pudieran hacerles oposición para poder gobernar con entera libertad, construyendo un nuevo país, eliminando a los contrarios. No aceptaron, como habían hecho los vietnamitas y otros países comunistas, reeducarlos,  Pol Pot pensó con claridad que todos los que estaban ideológicamente corrompidos, nunca cambiarían y debían ser eliminados sin contemplaciones. Para ello bastaba la simple sospecha. Era preferible eliminar a un inocente a que se escapara un enemigo. Por eso se eliminaron a profesores, abogados, médicos y aquellos que sabían un segundo idioma. En este nuevo país, los niños debían trabajar de acuerdo a sus posibilidades y ser espías entre los que les rodeaban y dar el dato de quiénes hablaban mal del gobierno o se quejaban, para eliminarlos sin más pruebas.

En esta nueva sociedad basada en la agricultura, solo estaban a salvo de sospecha los campesinos. Por eso toda la población fue recluida en comunas agrarias con el fin de multiplicar la producción de arroz y otros productos. Los habitantes de las ciudades, que se instalaron en el campo, eran reeducados con charlas revolucionarias. Se ordenó que cada ciudadano debía producir dos litros de orina diarios y cada mañana debía entregarlos al jefe de la aldea para fabricar abono. Abolió los mercados y el dinero y la propiedad privada. Poseer una olla era considerado delito. Prohibió todas las religiones, incluido el budismo dominante. Las escuelas eran solo para aprender a leer y escribir y poco más. Los extranjeros fueron expulsados del país y cerradas todas las embajadas. Todo debía ser colectivizado, todo era de Angkar, es decir, de la Organización, del gobierno o, dicho con otras palabras, del Estado. Nadie podía tener nada propio. Debían vivir y trabajar donde el gobierno le indicaba. Nadie podía viajar sin un permiso especial. Y el que no trabajaba por enfermedad, recibía la mitad de la ración normal de alimentos.

La UNICEF de la ONU quiso enviar ayuda para los niños necesitados, pero Pol Pot dijo que no necesitaban ayuda de nadie. Un avión francés con medicinas estuvo varias semanas esperando autorización en Bangkok sin recibirla. Dijeron que Kampuchea podía curar a sus enfermos.

Y algo inaudito, para matar de hambre a la población destruyeron almacenes de alimentos sin la mínima piedad, incluso fueron quemados o cortados muchos árboles frutales por el mismo motivo. La pesca fue abolida.

También abolió el mismo concepto de familia. Los niños eran adoctrinados desde pequeñitos según su ideología y hacían de espías de sus padres o de las personas mayores. Y todo por querer construir un país con hombres puros, nuevos, es decir, según la idea de que no hubieran sido contaminados por la corrupción occidental o haber sido enemigos de guerra. Decían que el gobierno que había tomado el control del país se llamaba Angkar, como el antiguo complejo nacional.

El 31 de diciembre de 1977 Pol Pot rompe bruscamente sus relaciones diplomáticas con Vietnam. En diciembre de 1978 el ejército de Vietnam del Norte invade oficialmente Camboya. El 7 de enero 1979 entran los vietnamitas en la capital Phnom Penh y Pol Pot escapa a la selva con sus guerrilleros. Los Estados Unidos tratan de ayudar a los jémeres rojos contra Vietnam y le ayudan con unos 80 millones de dólares.

 

 

ANGKAR

Angkar fue un complejo de viviendas y templos construidos sucesivamente entre el siglo VIII y el XV. En los 60 kilómetros cuadrados que ocupa fueron listados en 1900, 910 monumentos, entre ellos 300 templos. El templo Angkar Wat es un edificio religioso que tenía grabado en piedra negruzca los mitos, hazañas y leyendas de un imperio que controlaba el mundo real que representaba. Era el templo de sus dioses y es raro que quien puede no visite Angkar una vez al año para encender velas junto a una de estas estatuas, pidiendo protección, un golpe de buena suerte o una dosis de poder. Los reyes abandonaron Angkar en 1440, después de la invasión tailandesa. La Corte salió, pero los monjes siguieron viviendo en el templo. Siempre existió un próspero monasterio budista atendido por más de mil familias campesinas. Este templo es símbolo de una Camboya poderosa y está en su bandera, en los billetes, en los calendarios, en los carteles colgados en las paredes. Los niños crecen viéndolo todos los días en piedra, seda, algodón, madera o restaurantes Angkar, hoteles Angkar. Se bebe cerveza Angkar, agencias Angkar, restaurantes Angkar. Camboya es inimaginable sin Angkar.

            Los jémeres rojos inculcaban a los trabajadores que siempre hay que obedecer a Angkar, lo que quería decir obedecer las órdenes de los dirigentes. Decían: Si llueve o hace viento, que estés enfermo o sano, de día o de noche, tú debes hacer sin falta y sin queja lo que te ordene Angkar. Por otra parte, les decían: Los intelectuales no son buenos para nada. Esos no son los diplomas que dan de comer.

 

COLECTIVIZACIÓN

Al tomar el poder, Pol Pot renunció a la ayuda externa y mandó producir tres toneladas de arroz por hectárea como principal objetico económico de la revolución. Era un principio basado en la supersticiosa idea de que la movilización popular lo puede todo. Pero como había pasado en Rusia y en China, la colectivización del campo no había mejorado la producción, pues cuando lo que uno trabaja no es para él, sino para el Estado, pierde interés en el trabajo y no cuida las herramientas como si fueran propias. Es por eso que la producción no mejoró y el hambre comenzó. Sin embargo, corrían rumores de que había enviado a China entre 100.000 y 150.000 toneladas de arroz y entre 20 y 25 mil toneladas de caucho a cambio de armas.

Las obras de irrigación disminuyeron su ritmo. Sin acceso médico y sin suficiente comida, las muertes aumentaron. Pol Pot había desmantelado el sistema sanitario y educativo anterior. Después de un año del nuevo plan, los informes refieren que el 40% de la población era incapaz de trabajar por enfermedad, sea por desnutrición o por enfermedades crónicas como la malaria. La consecuencia fue que muchos, obligados al trabajo forzado del campo, siendo de ciudad y no saber nada de cultivos, solo pensaron en sobrevivir. Para ello tenían que obedecer sin quejarse y no confiar en nadie, porque había muchos espías. El silencio era obligado para sobrevivir. Los jefes comunistas decidían dónde trabajabas, dónde vivías y con quién te casabas sin tener nada propio. Todo era de Angkar, es decir, del Estado o, dicho más normalmente, de los jefes del partido, que eran los que decidían sobre todo lo que había en el país.

A los capitalinos se les encomendaba en el campo los peores trabajos como limpiar bosques infectados de malaria, cavar canales o construir presas a mano. Todo lo que recibían a cambio de diez o más horas de trabajo era una taza de arroz. Además, cualquier error como una hoz rota, el robo de un pollo, un viaje sin permiso o escuchar radio, podía ser castigado por los jefes locales con la muerte, los cuales muchas veces no sabían ni leer ni escribir. Eran campesinos de los pueblos y tenían el poder de mandar y decidir, incluso condenar a muerte, con impunidad total.

Requisaron ollas y sartenes y establecieron comedores comunales. Había hambre, cansancio, familias separadas y mucho miedo.

 

¿NUEVOS  INVENTOS?

Los jémeres rojos hablaban de que habían inventado nuevos medicamentos de acuerdo a sus costumbres ancestrales. Descubrieron y fabricaron 17 clases de inyecciones y 22 clases de comprimidos destinados a curar la disentería, el paludismo y distintas fiebres e incluso habían fabricado una vacuna anticolérica.

Los refugiados hablan de que había hospitales en las aldeas, pero unos eran solo para el ejército y estaban bien provistos de medicinas de origen europeo, recuperadas de las farmacias de Phnom Penh después de la toma de la capital por los guerrilleros. El inconveniente era que en esos momentos había pocas enfermeras que sabían leer en lenguas europeas o en ruso. Y debían llamar a traductores para leer los prospectos y la medicación correspondiente. Los otros hospitales eran reservados para los trabajadores y eran barracas con un techo de paja, muy pequeñas y bajo la vigilancia de algunas enfermeras escogidas entre los deportados. Dice un refugiado: En el hospital en que yo me encontraba había unos trescientos enfermos. El hospital solo lo era de nombre. Se llevaban allí a los enfermos para evitar que los miembros de su familia tuvieran que perder tiempo en cuidarlos en lugar de trabajar. Las medicinas eran solo las de la medicina tradicional. Cada día los enfermos morían en gran número. Los 20 ó 30 encargados del hospital hacían cocer arroz y cada día sacaban a los muertos para llevarlos a enterrar. Las enfermeras, que eran poco expertas, rompían a veces las agujas en la carne de los pacientes y los pinchazos ocasionaban frecuentemente infecciones. Un médico que trabajó en el campo durante cuatro meses, al ser descubierto como médico, se le asignó la tarea de fabricar medicinas con raíces, cortezas y patatas. Él debía buscar las patatas, hacerlas secar, mezclarlas con cortezas de ciertos árboles y hacer comprimidos. Este trabajo le parecía más pesado que el de los arrozales. Muchos hablan de que utilizaba el agua de coco como suero. Algunos médicos utilizaban la hiel humana, sacada a los muertos, para muchos remedios. La malaria era una enfermedad frecuente y se supone que la tenían el 80% de los trabajadores. Por eso muchos tenían fiebre y no podían trabajar. Sin embargo, en vez de alimentarlos bien, se les daba la mitad de la ración de alimentos . Los jémeres rojos decían como un eslogan: El pueblo es el soberano y tiene su destino en la mano. El Estado lo dirige y administra todo.

El 15 de enero de 1976 fue promulgada la Constitución de la Kampuchea democrática. Entre otras cosas se decía que habría elecciones, pero todos los candidatos eran guerrilleros y en muchas aldeas solo estos combatientes pudieron votar. El nuevo pueblo era prisionero de guerra. En otras aldeas se permitió votar a todos, pero debían colocar su voto en las urnas en papeletas que solo tenían un nombre, pues solo había un único candidato, desconocido para los electores .

Entre las victorias pregonadas por el régimen había algunos inventos como el de transformar un motor de gasolina de 40 caballos para hacerlo funcionar con carbón. Consumía 100 kilos de carbón en 10 horas y desplegaba una fuerza de 14 caballos, pudiendo bombear agua del río y enviarla a una distancia de un kilómetro para regar 100 hectáreas. También regaban los campos con un sistema de norias accionadas por pedales de madera o por tracción. En Battambang los campesinos inventaron una trilladora y una máquina para trasplantar arroz, para plantar maíz, soja y otras cosas. Descubrieron insecticidas a partir de algunas plantas. Gracias a esos inventos, decían que los campesinos realizaban rápidamente la trilla del trigo y trabajaban mejor en los arrozales. No hacía falta importar máquinas extranjeras. Con los restos de obuses americanos fabricaron tres rejas para arados. En una fábrica textil de Battambang inventaron un pequeño horno para fabricar ellos mismos sus herramientas. En realidad eran inventos útiles, pero de poca eficiencia a gran escala .

 

TUOL  SLENG

En la prisión de Tuol Sleng se torturaba y asesinó a miles. En los trabajos agrícolas de los campos, muchos, sobre todo habitantes de ciudades que no sabían nada de cultivos de campo, comenzaron a morir agotados de cansancio o por la malaria y otras enfermedades por desnutrición. Como muchos se escapaban a Tailandia, Pol Pot mandó sembrar diez millones de minas antipersona para evitar su huida y los que eran regresados o eran pillados en la huida, sin más contemplaciones eran eliminados. En total en los cuatro años de gobierno hubo entre dos y tres millones de muertos y desaparecidos, cuando el país tenía solamente siete millones de habitantes. Era como la tercera parte de la población total.

El 7 de enero de 1979 los vietnamitas entraron en Phonm Penh y Pol Pot y los jémeres rojos huyeron a las montañas y acabó la pesadilla que parecía interminable. Al entrar en la capital encontraron la evidencia de las torturas y crímenes. No solo encontraron cadáveres enterrados en lo que fue el patio de la prisión, sino también sus archivos. Aprovecharon la evidencia para justificar su ocupación. Los archivos hablan de 14.000 ejecuciones y de solo 12 sobrevivientes. Más que una cárcel, Toul Sleng era la puerta de la muerte; quien entraba, esposado y con los ojos vendados, solo salía para ser ejecutado. Se saben las cifras porque todos fueron fichados y fotografiados. Algunos incluso retratados después de muertos. Antes de ejecutarlos, se los torturaba para que dijesen todo lo que sabían. Allí no tenían retretes ni baños ni cuidados médicos. La mayoría de los presos vivían hacinados en primitivas celdas construidas en lo que antes habían sido aulas. Tenían prohibido hablar entre sí, tocarse o quejarse. La única comida que probaban era un puré de arroz para que no murieran antes de hablar. Los 12 sobrevivientes hablan de suspensiones en cuerdas desde barras hasta sentir el desmembramiento, extirpación de uñas con tenazas, de cabezas sumergidas hasta la asfixia en ollas repletas de agua, y de porras eléctricas, aparte de latigazos, golpes y puñaladas. Algunos guardianes recibían la orden de eliminarlos y tenían que hacerlo o se jugaban la vida si desobedecían.

Uno de los sobrevivientes fue el señor Chum Mey que declaró: Llegaban dos o tres veces por semana siempre de noche. Salían los camiones llenos y volvían vacíos. A mí querían hacerme confesar que pertenecía a la CIA o a la KGB. Yo lo negaba y me golpeaban, llegaron a romperme los dedos de las manos y a quitarme con tenazas las uñas de los pies. Al fin tuve que decirles que era cierto que era de la CIA y nombré los primeros agentes que me vinieron a la mente. Seguramente muchos de ellos serían arrestados y asesinados. Me salvó el hecho de saber arreglar aparatos de todo tipo. Arreglaba máquinas de coser y cualquier cosa desde máquinas de escribir a coches y por eso me retuvieron como persona que les era útil.

Uno de los guardianes declaró que por la noche leían una lista de nombres y para evitar motines les decían que los trasladaban a otro lugar y les hacían subir a unos camiones aparcados en la puerta de la prisión. Al llegar a Choenug Ek, en un viaje de media hora, eran trasladados a una sala de espera donde los guardias volvían a leer la lista. Después, uno por uno, eran ejecutados en los bordes de las fosas comunes, tan poco profundas que todavía hoy los huesos de las víctimas sobresalen de la tierra en tiempos de lluvia. Los vendaban y los hacían arrodillar delante de la tumba y los guardias les propinaban golpes con unas barras de hierro detrás de la cabeza, degollándolos después.

Según estudios, un 40% de todos los sobrevivientes del país de esos años arrastraron trastornos mentales post-traumáticos de ver tanta maldad y tantos asesinatos y por tanto miedo acumulado porque ellos también podían ser ejecutados por cualquier sospecha o pequeñas faltas.

Al ser derrotados por los vietnamitas muchos jémeres rojos volvieron a sus comunidades como si nada hubiera pasado, protegidos por un manto de silencio y esperando que el tiempo acabase con los recuerdos de los vivos. Las víctimas callaban por ambigüedad de la situación. Antiguos jémeres rojos estaban en el gobierno y altos dirigentes vivían en libertad. Las víctimas tenían miedo de posibles represalias, si pedían responsabilidades al gobierno. Se limitaron a buscar las fosas comunes, desenterrar a sus familiares y volverlos a enterrar dignamente. Además, la mayoría de los políticos que continuaron en los siguientes años en el gobierno habían apoyado a Pol Pot en algún momento.

 

MATAR  SIN  PIEDAD

Un testigo declaró que en una granja de experimentación khmer japonesa vio centenares de militares ejecutados, entre ellos una compañía de militares con sus esposas. Sus hijos estaban llorando por haber visto cómo mataban a sus padres y les dijeron: ¿Por qué lloráis? Ellos eran enemigos. Si continuáis llorando, os mataremos a vosotros también.

Decían que estos asesinatos eran fruto de que los seres humanos están corrompidos, no pueden cambiar y deben ser rechazados físicamente de la comunidad de los puros. Hay que destruir al régimen anterior. Matar completamente a los enemigos. No es suficiente cortar la mala planta, hay que arrancarla de raíz. Estos eran los eslóganes para justificar las purgas. Los cuadros del anterior régimen no son solo hermanos equivocados, sino enemigos y como tales no tienen derecho a vivir en la comunidad nacional.

En otros países comunistas, como China y Vietnam, los revolucionarios trataron de reeducar a los antiguos cuadros para que llegaran a pensar y actuar según las nuevas orientaciones. Pero los jémeres rojos pensaron que eso era imposible. Decían que el método de educar a los frutos podridos era pérdida de tiempo, ya que su cambio era imposible.

Para escapar de esta situación terrible, el médico jefe del hospital de Kompong Chnang había huido y caminado durante tres semanas recorriendo 100 kilómetros a pie por las montañas con su esposa y sus cinco hijos y había cambiado lo poco que poseía. No le quedaba ya más que los vestidos. Si los cambiaba, ya solo le quedaba morir.

Un farmacéutico que huyó en junio de 1975 pudo llegar a Vietnam y después a Francia, decía: Los campesinos eran rudos, pero no malos. Había que comprenderlos, porque habían sufrido mucho por la aviación gubernamental. En cada familia había algunos a quienes había matado la aviación. El jefe de la aldea era bueno, pero muy ignorante. Un día él debía establecer la lista de los nuevos. Nosotros éramos 38 y llegaron otros 14. El jefe estaba perplejo. Yo le dije: somos 52 y hace falta añadir  algunos más. Otro día él debía repartir 144 kilos de tabaco para doce grupos de familias. El jefe se inclinó a tierra e hizo sus cálculos complicados. Yo le dije. Da 12 kilos a cada grupo y guarda el resto. Después me llamaba el sabio del grupo y tuvo amistad conmigo. Cada día íbamos a trabajar a diez kilómetros de nuestras casas, pero para ir a los campos debíamos atravesar otra aldea. Esto lo hacíamos en silencio, porque no teníamos permiso de hablar a otras personas. En los primeros tiempos, yo construí una larga barrera con estacas. Mi amigo Kim Sok, farmacéutico deportado como yo, no tenía costumbre de trabajar con las manos. El hacha que usábamos no estaba afilada y nos salía sangre de las manos, pero no debíamos quejarnos. Tuvimos que plantar maíz, yuca y arroz. Como no éramos fuertes físicamente, el jefe nos envió a trabajar con un grupo de mujeres. Un hombre hacía los huecos en el terreno y nosotros echábamos algunos granos en el hoyo y después lo cubríamos con un poco de tierra con nuestros pies.

La ración que nos daban era un poco de arroz con plátanos verdes, cortados en trozos y un poco de maíz, de mandioca o de hojas de enredadera de agua. Como no estábamos acostumbrados al trabajo de campo, sufríamos mucho y nos cansábamos. Los campesinos podían engordar un cerdo y, cuando ya estaba gordo, recibían autorización para matarlo. La mitad era para su familia y la otra mitad era divida con las otras familias del grupo. Nosotros, como éramos nuevos, no teníamos derecho más que a una pequeña parte.

La mayoría de los deportados de la ciudad debían desbrozar los bosques y tenían algún día de descanso para construir su cabaña de bambú o de ramas. En Boeung Trasal había 60.000 personas deportadas y cada familia recibía tres hectáreas para desbrozar, plantar y hacer producir esos nuevos terrenos, pero era un trabajo duro y el fruto era para el Estado. En algunos sitios los mismos trabajadores tenían que reemplazar la falta de búfalos y bueyes y tirar los arados entre varios. Todos se quejaban por lo bajo del carácter forzado del trabajo y de que nada era propio suyo. Decían: “Nos hacen trabajar como esclavos, como bestias de carga y sin tener cuidado de pérdidas humanas, porque muchos mueren por enfermedad o agotamiento”. De hecho muchos quedaban como locos por la fatiga, las privaciones y el miedo. Y cuando nos cambiaban de lugar, solo podíamos llevar una marmita, cuatro botes de arroz y un poco de alimento para dos días de viaje.

Si nos quejábamos, nos decían que los revolucionarios habían sufrido diez veces más durante la guerra. No habían tenido arroz ni medicinas y solo comían hojas. E insistían en que había que comer poco y trabajar mucho. Durante el trabajo en los campos teníamos un zurrón con el fin de recoger caracoles o cangrejos para mejorar nuestra ración. En los últimos meses de 1975, los campesinos y trabajadores solo tenían para comer salvado de arroz. Los jémeres nos aconsejaban de no desperdiciarlo. En algunas ocasiones les distribuyeron alimentos en mal estado y hubo muertos por esta causa. Muchos sufrían por la gran desigualdad. Mientras los trabajadores morían de hambre, los soldados jémeres comían hasta saciarse y no se privaban de nada. Su argumento era simple: Vosotros sois prisioneros de guerra. Nosotros hemos sufrido hambre durante cinco años de guerra. Ahora nos toca a nosotros.

A la mala comida se unía la falta de estructuras sanitarias y de cuidados médicos. Se enfermaban muchos de paludismo, disentería, beriberi y toda suerte de fiebres. Dormían sin mosquiteros y solo tenían para beber agua encharcada. También había epidemias de cólera, que se declararon en ese mismo año 1975. Como no existía dinero en efectivo, solo el trueque valía. Los que buscaban medicamentos franceses, debían pagar el precio en arroz. Por ejemplo, un comprimido de aspirina por un kilo de arroz; un frasco de estreptomicina por 15 kilos de arroz, etc. Una artimaña que habían usado fue la siguiente: Decían a todos los trabajadores que tropas enemigas habían atacado algunas aldeas y estaban a 20 kilómetros y que venían dispuestos a atacarlos a ellos. Entonces miraban sus caras y, si veían algún gesto de alegría, los fichaban y los hacían desaparecer por ser sospechosos. Así pudieron matar a muchos trabajadores y a sus familias .

            Un médico declaró: En una ocasión fuimos cambiados a otro lugar. Cuando bajamos del tren, había una recepción de bienvenida que nos pidió presentarnos. Había médicos, arquitectos, estudiantes, técnicos y obreros especialistas. Nos dijeron que tenían necesidad de nosotros y debíamos trabajar por el bien del país. Yo no me presenté, pero un jemer rojo, me reconoció y tuve que hacerlo. Nos llevaron a todos los especialistas. Nos dieron tres comidas al día, cosa importante. Nosotros éramos 397. Nos pidieron escribir nuestra biografía y nuestros deseos y nos invitaron a subir a la tribuna a hablar y manifestar nuestras opiniones para mejorar el país. Ellos no decían nada, pero vimos que no estaban contentos. Después agarraron a 20 jóvenes que habían criticado o manifestado maneras de mejorar, los ataron y los enviaron a Sisophon y no supimos más de ellos .

A todos los que intentaban huir y los pillaban, los mataban sin más y después castigaban a sus familiares e incluso los mataban como castigo. Para colmo de males, a veces los que huían eran atacados por grupos de bandidos en territorio tailandés que les despojaban de lo poco que tenían y hasta les quitaban los vestidos que llevaban puestos. Los guardias tailandeses  de la frontera, en ocasiones, los trataban bien; en otros casos, los registraban y les quitaban todo. Al llegar a Tailandia normalmente los metían en prisión una o varias semanas y, después, eran enviados a uno de los cinco campos de prisioneros. Allí vivían en barracas construidas por el Alto comisionado de la ONU y recibían una ración pobre de alimento. Las condiciones sanitarias eran mediocres y estaban allí sin trabajar. Debían pagar de alguna manera a los guardianes para obtener algún beneficio como salir del campo para ir trabajar a la ciudad, pero el gobierno de Tailandia no quería utilizar su trabajo, porque no quería comprometerse políticamente e indisponerse con el gobierno de Camboya.

¿CUÁNTOS  MUERTOS?

Tiziano Terzani declaró: Una vez salvé la vida, mirando a la gente a los ojos. Estaba en Camboya y fui capturado por los jémeres rojos. Me habían puesto junto a una pared para fusilarme. Yo no hablo khmer, pero sí chino, y vi a uno de ellos que parecía chino. Le hablé en chino y él me tradujo al khmer y me salvó .

Ellos en su propaganda decían incluso que con un millón o dos de personas era suficiente para construir un país nuevo. Los demás eran superfluos. Decían: Tenerlos no comporta ningún beneficio y eliminarlos no comporta ninguna pérdida .

Prohibieron la propiedad privada de las cosas materiales y decían que lo más peligroso era la propiedad inmaterial, es decir, de todo aquello que decimos nuestro: nuestros padres, nuestra familia, nuestra esposa. Todo lo que sea decir mío era equivocado. La entera nación camboyana es nuestra gran familia. Por eso, separaban a las familias e incluso a los esposos y a los hijos. También prohibieron las relaciones extramatrimoniales, los juegos, el alcohol, la corrupción y el robo, que eran castigados incluso con la muerte.

Cuando tomaron el poder, ya había muchos campos de la muerte donde millares de personas completamente indefensas e inocentes fueron masacrados sin piedad. La República popular de Kampuchea declaró que hubo tres millones de muertos solo entre 1975 y 1979. Muchos prefieren hablar de que un tercio de la población murió de hambre, de desnutrición, por  enfermedades debidas al cansancio en trabajos agotadores y a la muy poca comida.

 Por otra parte, las grandes purgas del partido empezaron en 1977 liquidando cuadros de las tres zonas del norte, a quienes Pol Pot consideraba reformistas por su crítica a la política económica y por su pasado intelectual. Sustituyó esos cuadros con otros de origen campesino. La represión de los cuadros fue tan brutal que quizás murieron 100.000 jefes entre soldados y familiares.

 

LOS  VIETNAMITAS

Cuando los vietnamitas entran en Camboya en 1979 no encontraron resistencia. La gente estaba cansada de los jémeres rojos y estos ya no tenían el apoyo popular de los campesinos del principio. Los vietnamitas encontraron un país en ruinas, devastado, completamente empobrecido, en completo caos y sin instituciones. Un tercio de los campos estaban sin sembrar. Había pocas semillas para la próxima cosecha y dos tercios de vacas y búfalos habían muerto. La mayoría de tractores y aperos estaban inutilizados. Las carreteras deshechas, puentes hundidos, graneros dañados, las grúas de los puertos destrozadas. No se podía comunicar dentro del país, porque las líneas de teléfono y telégrafo no existían como tampoco escuelas ni hospitales. Se estima que solo el 15% de los educados con bachillerato habían sobrevivido. De 550 doctores censados en 1975 solo 48 sobrevivieron, de once mil estudiantes universitarios solo fueron encontrados 450, pues, o habían salido del país o habían muerto trabajando en los campos de arroz.

Ya en 1988 a la salida de los vietnamitas se constituyeron mercados para compra y venta de alimentos, se abrieron escuelas, hospitales y cafés. Había periódicos, motos, coches, teléfonos, droga, prostitución y juego. Había un ejército nacional formado e imperaba la ley hasta cierto punto. La Constitución fue enmendada para abolir la pena de muerte, y comenzaron las privatizaciones de empresas, edificios y tierras. Se abrieron las iglesias, pagodas y mezquitas y se estableció una monarquía parlamentaria. En 1993 se reinstauró el reino de Camboya con parlamento y elecciones democráticas.

 

LOS  NIÑOS  Y  LAS  MUJERES

            Los niños hasta los doce años debían ir a la escuela a aprender a leer y escribir, etc., pero a partir de los 12 años debían iniciarse en la política y trabajar, de acuerdo a sus posibilidades. Al regresar de la escuela, los niños debían hablar poco con sus padres y, si lo hacían, era con monosílabos, como si no sintieran ninguna necesidad de comunicarse con ellos. Ellos estudiaban danzas y cantos revolucionarios. La lectura y la escritura no eran tan necesarias para cultivar la tierra. Los niños eran la esperanza de la nación y trabajaban por ejemplo, dando de comer a los pollos, a los canarios y a los cerdos. Haciendo pastar a los bueyes, a los búfalos, arrancando hierba en los arrozales y en las plantaciones, regando los cultivos recién plantados y matando a los animales que venían a destruir los sembrados.

También podían transportar tierra para hacer los diques o llevar estiércol de vacas para fertilizar los campos, hacer jaulas para los pollos o para los cerdos. Durante la guerra, algunos llevaban municiones a los combatientes en bicicletas o en barcas. Ahora ellos participaban en la construcción del país. Ellos amaban el trabajo manual y era un gran honor para ellos vivir en la Kampuchea democrática. En algunos lugares, los niños estudiaban en la mañana y trabajaban en la tarde .

Como el gobierno decidía dónde vivir, dónde trabajar y con quién casarse, algunas jóvenes vivían con un amigo y decían que estaban casadas con él para evitar que las obligaran a casarse con un soldado. Algunas se suicidaron por ello. Los revolucionarios decían que cada uno es dueño de su cuerpo y nadie es superior a nadie, todos somos iguales. Por ello no debían consultar nada a los padres. Normalmente en cada aldea, cuando había un mínimo de 10 parejas dispuestas a casarse, hacían un matrimonio comunitario. Un bonzo declaró que el jefe de la aldea decía a los contrayentes algo así: Camaradas que os vais a casar hoy, aceptad encargaros uno del otro como esposo y esposa para toda la vida. Ayudaos mutuamente para servir y caminar según el camino trazado por Angkar, sin desfallecer hasta el fin de vuestra vida .

 

LA  RELIGIÓN

A todos les decían: Está prohibida estrictamente cualquier religión reaccionaria que atente contra Kampuchea democrática y entre estas religiones contaban al budismo, la religión mayoritaria en el país. Desde el día de la toma de la capital, los bonzos con sus mochilas o maletas iban con la gente en el éxodo ordenado por las autoridades. Anteriormente ningún khmer hubiera permitido que un venerable bonzo llevara a cuestas un fardo. Un fiel debía ganarse méritos, ayudando a los religiosos. Desde ese día los religiosos eran como cualquier otro para las autoridades e, incluso, fueron muchos miles ejecutados como personas inútiles, si no trabajaban. Al oeste de Krakor, en junio de 1975, trabajaban 300 bonzos, construyendo una presa. Los revolucionarios eliminaron a los bonzos, sobre todo, a los influyentes. El hambre los castigaba más fuerte porque la regla les prohibía matar caracoles y cangrejos.

Un bonzo refugiado en Tailandia declaró: Mi trabajo era descascarillar arroz todos los días. De pronto llegó una carta del jefe encargado de los clérigos del distrito N.º 3, ordenando a todos los bonzos reunirse en Ta Ngé. Yo fui a preguntar al responsable, si podía retardar mi partida para poder terminar mi trabajo. Apenas había preguntado eso, un jefe nuevo ordenó: Todos los bonzos deben quitarse el hábito antes de la luna creciente. Yo no quería quitarme el hábito. Prevenido por algunos, me oculté en el bosque donde estuve 15 días. Como era difícil permanecer allí mucho tiempo, hui a Tailandia, lamentando perder mi país y mis amigos .

Otro bonzo de la pagoda del elefante blanco de Battambang dice que allí había doscientos bonzos en septiembre de 1975, pero solo quedaron unos pocos en diciembre. En enero de 1976 les obligaron a quitarse el hábito. Si lo conservaban, no podrían unirse a su familia ni regresar a su aldea natal. Antiguamente la pagoda era el centro cultural y social de la aldea. El lugar donde se reunían para las fiestas, la escuela de los niños y también la fuente de la sabiduría tradicional para los ancianos .

Y en sus slogans les decían: Reza a Buda y dile que te dé de comer. La religión budista no vale nada. Los bonzos tenían también un rol social, porque hacían ganar a la población méritos al darles alimentos. Al eliminar a los bonzos, era todo el budismo el que se suprimía con sus valores espirituales, porque sin bonzos no había budismo posible .

En su campaña los jémeres rojos decían que los bonzos eran imperialistas. Vale más economizar el arroz a la nación que dárselo a los bonzos. Y prohibían darles cualquier cosa, porque sería una pérdida social. Pedir limosna como hacen los bonzos, mantiene la opresión de los trabajadores. Si un trabajador lleva a escondidas arroz a los bonzos, nosotros le haremos plantar berzas. Y, si en tres días las berzas no están listas, entonces él irá a la tumba. Los bonzos no son más sabios que vosotros. Y solo el que trabaja tiene derecho a comer. Algunos fieles budistas continuaban rezando sus oraciones. Por eso, las autoridades prohibieron esas prácticas. Y les decían que Buda no nació en Camboya, que había nacido en la India y ¿por qué ellos deberían practicar una religión extranjera? La religión budista adormece el espíritu del pueblo. Ha engendrado debilidad en el país. Todos los lugares y objetos budistas eran sistemáticamente destruidos o profanados: pagodas, estatuas de Buda, lugares donde la gente quemaba palitos de incienso, etc. Y las pagodas que no destruyeron, las usaron de almacenes de arroz y campamentos para los soldados .

Y les insistían: Buda no es más que una estatua hecha por manos humanas. Nosotros no la debemos honrar, porque es una ideología imperialista. Los bonzos inventaron esa teoría para engañar al pueblo y hacerse alimentar. Si no rechazáis esta religión, sois enemigos de Angkar (del pueblo) .

En 1975 había en el país 60.000 bonzos. El 90 % desaparecieron. Muchos huyeron del país y otros fueron eliminados. Había 3.000 pagodas y la mayoría fueron convertidas en almacenes o prisiones o campamentos militares.

Los cristianos eran poco numerosos en Camboya. En 1975 había 5.000 católicos, que venían desde el siglo XVI y la mayoría eran vietnamitas emigrados. El 1 de enero de 1970 fueron masacrados por las tropas del general Lon Nol 515 católicos vietnamitas. Los jémeres rojos, si sabían que alguien era cristiano, lo mataban sin contemplaciones, acusándolo de ser parte de la CIA.

 

POL  POT (1925-1998)

El verdadero nombre de Pol Pot era Saloth Sar. Pertenecía a una familia rica con mucho terreno en la provincia de Kampong Thom en Camboya. En aquellos tiempos tanto Camboya como Laos y Vietnam estaban bajo protectorado francés, y se conocían con el nombre de Indochina. A los 6 años su familia lo envía a la capital Phnom Penh para que estudie y pueda ser bonzo. Estudió unos seis años y después estuvo dos años como monje budista. Abandonó sus estudios religiosos y entró a estudiar en el Instituto Miche School. En la capital estaba ya una hermana suya mayor, que era concubina del rey Monivong, y también estaba una prima, que era bailarina de la Corte real. De esta manera pudo conocer de cerca el ambiente de palacio y comenzó a sentir odio hacia las clases ricas, que vivían llenas de lujo, mientras muchos pobres apenas tenían para vivir.

En 1947 consigue entrar en el liceo francés de la capital llamado Sisowath, pero duró poco por su bajo rendimiento escolar. En 1949 consigue una bolsa de estudios para estudiar en París radio-electricidad. Durante su estancia en París se preocupó más de política que de estudiar. Después de la primera guerra mundial, trabajó en París como empleado. En 1951 se une a un grupo marxista y llega a pertenecer al partido comunista francés. También fundó un grupo de estudiantes camboyanos del que surgió el partido comunista camboyano.

En 1953 por sus malas notas le quitan la bolsa de estudios y debe regresar a Camboya. Allí trata de reclutar adeptos para su grupo revolucionario con el fin de conseguir la independencia de su país. Mucha gente, especialmente pobre, apoya su grupo. En 1956 Pol Pot, con su esposa Khieu Ponnary, trabaja como profesor en una escuela. Él se ganó la estima de sus alumnos por sus maneras amables y su carisma para enseñar. En 1960, interesado en el partido comunista de Vietnam del Norte, creó en Camboya un partido comunista clandestino, llamado Partido de los trabajadores, con algunos de sus amigos estudiantes de París como base.

En 1962 el rey Sihanouk acuña la expresión Jémeres rojos a los de su grupo. En 1963 el nombre de Saloth Sar entra en la lista negra de los más buscados de Camboya. Se establece con su grupo en la selva donde los adoctrina y, por medio de propaganda, consigue que mucha gente del pueblo esté de acuerdo con su idea de formar una Camboya libre, democrática e independiente. En la selva proyecta y hace sus planes para comenzar la revolución armada como único medio, para conseguir el poder y construir un país progresista y moderno.

El rey Sihanouk combate a los jémeres rojos y busca el apoyo de China, URSS, Francia y Estados Unidos. A los vietnamitas del Norte  les ofrece el territorio camboyano para que puedan establecer bases en su lucha contra Vietnam del Sur y Estados Unidos, quienes acusan a Camboya de romper la neutralidad y apoyar a los vietnamitas del Norte. Como respuesta, los americanos comienzan los bombardeos masivos en Camboya sin declaración de guerra, que hicieron miles de víctimas y destruyó muchos campos de cultivo y ciudades y aldeas.

Entonces el rey se pone de parte de los jémeres rojos contra los extranjeros imperialistas. En 1970 el rey es obligado a ir al exilio por un golpe de Estado y el general Lon Nol toma el poder. Desde su exilio, sigue el rey apoyando a los jémeres rojos, que buscan la independencia del país. Así comienza la guerra civil entre los jémeres rojos y el ejército nacional. Mucha gente apoya a los jémeres rojos, porque el rey los apoya y porque la gente está cansada de tantos destrozos ocasionados por la aviación norteamericana. Durante los cinco años de la guerra civil hasta 1975 los americanos ayudaron al gobierno de Lon Nol con más de mil millones y medio de dólares en alimentos y armamento.

Cuando los americanos deciden dejar Vietnam, dejan al gobierno de Lon Nol abandonado a sí mismo. Los jémeres rojos van avanzando y ocupando cada vez más regiones del país y en tierra ocupada comienzan a imponer su propia ideología con la prohibición de la propiedad privada. Las tierras deben ser asignadas a cooperativas controladas por el partido comunista de Pol Pot. Todas las escuelas son cerradas y en su lugar surgen centros de adoctrinamiento comunista. Comerciantes, estudiantes y personas de clase media son obligados a pertenecer a su ejército y se prohíben cualquier forma de lujo: joyas, coches, bicicletas y todos los medios de transporte, que son secuestrados por ellos. Además con grandes altoparlantes hacen propaganda para difundir su política revolucionaria y empiezan a construir los primeros campos de concentración y a la vez comienzan las ejecuciones en masa de intelectuales y personas instruidas. Solo el saber leer y escribir podía ser culpa grave.

 De hecho, en los lugares liberados, maestros, médicos, empleados, abogados y profesionales eran ejecutados sin piedad. Y estas muertes, para ahorrar balas, las ejecutaban con picos, objetos cortantes, mazas y otros objetos. También en esos tiempos, antes de tomar el poder, empezaron las purgas del propio partido para eliminar a aquellos que podían ser un peligro para la estabilidad de Pol Pot en el poder. Algunos, incluso soldados, eran simplemente eliminados por ser de origen vietnamita o tailandés, o chino. Lo peor era que obligaban a sus propios familiares a hacerlo con sus propias manos.

Al entrar en 1975 en Phnom Penh y dominar el país entero Pol Pot es llamado el hermano número uno, es decir, el jefe máximo del gobierno. En enero de 1979 los vietnamitas del Norte se apoderaron del poder en Camboya y Pol Pot y sus guerrilleros tuvieron que huir a la selva.

En 1988 los vietnamitas deciden abandonar Camboya y son enviados a Camboya los cascos azules de la ONU con el objetivo de desarmar a las facciones contrapuestas y la ONU concede a Camboya una ayuda de dos mil millones de dólares. En 1995 los jémeres rojos son considerados como un grupo terrorista, incluso por los norteamericanos. En 1999 los jémeres rojos son definitivamente disueltos y Estados Unidos quita a los jémeres rojos de las organizaciones terroristas, como que ya no existen como tales.

En 1997 Pol Pot hizo matar a Son Sen, su sucesor en la organización, y a toda su familia. Ya estaba Pol Pot casi ciego y con problemas de asma y pasó los últimos meses de vida confinado en la jungla entre Tailandia y Camboya. Y por haber matado a Son Sen fue juzgado por su grupo y arrestado. Murió el 15 de abril de 1998. Algunos dicen que fue asesinado o que se suicidó, pues al poco tiempo iba a ser llevado ante el tribunal internacional que el Gobierno había instaurado con algunos jueces internacionales

En 1999 la Comisión jurídica de la ONU con un tribunal mixto internacional declaró que los jémeres rojos habían cometido genocidio y algunos de sus principales líderes fueron juzgados por ese tribunal. El cuerpo de Pol Pot fue incinerado en una hoguera improvisada con cartones y neumáticos viejos. Ahora podemos preguntarnos, ¿dónde estará en estos momentos el gran genocida? No creía en Dios, pero Dios no deja existir porque algunos no crean en él. ¿Se habrá arrepentido ante la cercanía de la muerte, que podía comprender que estaba cerca?

Hay muchos que visitan la tumba de Pol Pot para quemar incienso y dinero y pedir suerte. Entre la gente, incluso profesional y universitaria, algunos creen que los camboyanos hicieron algo mal en época anterior para que se comportaran así durante la Kampuchea democrática de los comunistas.

Pol Pot quedó para la historia como uno de los más grandes genocidas de la humanidad. Hoy se puede visitar el Museo del genocidio, que es una visita obligatoria para quienes visitan el país.

 

 

CAMBOYA  HOY

Camboya tiene hoy 15 millones de habitantes y su sistema de gobierno es una monarquía parlamentaria con partidos políticos y elecciones democráticas. El 90% de la población es de etnia jemer, una etnia que creó una antigua civilización en el país creando monumentos tan impresionantes como los templos de Angkar En 1953 los franceses, que ocupaban Camboya, le dan la independencia. En esos momentos solo había 144 camboyanos con el bachillerato terminado. Sin mayores recursos que el arroz, la madera y el caucho, el gobierno dependía de la ayuda externa, especialmente de los americanos, que sustituyeron a Francia como poder colonial en Indochina.

En 1975, al terminar la guerra de Vietnam, habían muerto 50.000 soldados americanos y los gobiernos de Laos, Camboya y Vietnam eran comunistas. Además, los Estados Unidos se habían gastado un total aproximado de nueve mil millones de dólares para nada y habían devastado Camboya con sus bombardeos. El rey Sihanouk que había apoyado a los jémeres rojos fue arrestado por ellos el 5 de enero de 1976. Cuando los vietnamitas los derrotaron y se retiraron a la selva con Pol Pot, Sihanouk dijo: Estuve obligado a aliarme con los jémeres rojos, pero nadie sabía que pensaran en un genocidio. Nadie podía imaginar que fueran capaces de cometer tales horrores y crímenes. Nadie sabía que Pol Pot era un monstruo .

Camboya fue devastada por millones de minas antipersonales colocadas tanto por los vietnamitas como por los jémeres rojos y, después de 40 años de la guerra, todavía hoy hay unos 300 incidentes mortales debidos a las minas antipersonales. En cuanto a religión, el 96,6% de la población es budista, según datos del 2010; el 0.3% cristiano; el 1,9% musulmán; además de  algunos ateos y chinos confucionistas.

Camboya fue siempre un pueblo supersticioso desde tiempos antiguos. Muchos campesinos para proteger a sus hijas adolescentes, colgaban bolsas de plástico con liquido rojo para engañar a los monstruos que chupan la sangre de las vírgenes. Incluso ahora hay mucho turismo sexual a este país y es uno de los países con mayor tráfico humano de mujeres jóvenes del mundo. Hay gente que visita la orilla del río para preguntar a los videntes sobre su futuro. Es un país de mitos pintados en las paredes que los camboyanos ven cuando visitan los templos y pagodas. Murales de los que no está excluido el infierno, representado como un campo de tortura donde diablos sádicos se ceban con los condenados.

           
CONCLUSIÓN

Después de haber leído el presente libro, podemos llegar a la conclusión de que un régimen ateo y por demás comunista no puede tener compasión y trata de realizar sus proyectos por encima de todo sin tener en cuenta los derechos humanos. Esto lo hemos visto en regímenes ateos, incluido el de Hitler.

Ojalá que aprendamos de estos casos de la historia para evitar cometer los mismos errores y que estos hechos históricos sirvan de alerta para evitarlos en el futuro. Es interesante anotar que Pol Pot, cuando ya tenía 72 años y estaba para morir, pues tenía varias enfermedades, cuando el periodista americano Nate Thayer le hizo una entrevista, decía que no se arrepentía de nada y que, aunque pudo cometer algunos errores, sin embargo creía haber hecho en general las cosas bien.

No creía haber hecho mal por hacer asesinar entre dos y tres millones de personas por no cumplir sus órdenes, ser de otra raza, o haber pertenecido al ejército gubernamental anteriormente o ser simplemente de los considerados intelectuales. Y yo me pregunto, ¿estaba loco?, ¿tenía delirios de grandeza y de realizar un programa para ser uno de los grandes hombres de la historia humana? Lo cierto es que, al igual que Hitler, ha pasado a la historia como un genocida y un gran criminal. Ojalá que haya tenido tiempo de arrepentirse, porque Dios lo habrá esperado hasta el último momento para darle esa oportunidad y llevarlo al cielo. Pero de otro modo, si no tenía nada de qué arrepentirse, ¿dónde estará en este momento?

Que su vida nos estimule a nosotros a mejorar de vida y a defender siempre la vida desde la concepción hasta su término natural, evitando abortos o eutanasias y, sobre todo, evitando torturas y asesinatos simplemente por querer dominar sobre otros hombres. Recordemos las purgas de todos los países comunistas. Entre ellos no hay piedad y fácilmente eliminan a los que pueden ser posibles opositores, ya que desean gobernar como líderes absolutos y sin término. Que Dios te bendiga. Tu hermano y amigo. P. Ángel Peña O.A.R. Agustino recoleto

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BIBLIOGRAFÍA

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Chandler David, Brother number one, a political biography of Pol Pot, Silkworm books, Thailand, 2000.
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  Ib. p. 53.

  Ponchaud François, o.c., pp. 145-153 resumidas.

  Ib. pp. 155-156.

  Ponchaud François, o.c., p. 159.

  Ib. pp. 159-160.

  Ib. p. 160.

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  Ponchaud François, Cambodge année zero, Ed. Julliard, Paris, 1977, p. 19.

  Ponchaud François, o.c., p. 23.

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  Ib. pp. 140-141.

 Ponchaud François, o.c., pp. 75-93 resumidos.

  Ib. pp. 94-95.